Los seres humanos caemos en la dinámica en infinidad de ocasiones, de dar por sentado varias cosas en nuestra vida. Como si la muerte no fuera suficiente para hacernos pensar que solo hay UNA oportunidad de hacer las cosas que deseamos y ser felices, 2.020 fue directo a la yugular emocional.
Todo cambió.
El encierro (porque eso fue) debido a una crisis de salud pública, fue la venda en los ojos más apretada que me hubiesen colocado, y conforme pasó el tiempo, la incertidumbre y el temor a la ansiedad, fue a más. No podía salir a caminar (como suelo hacerlo), verme con mis cercanos, ni siquiera a jugar Basketball. Jamás pensé que mi generación tuviera que ser la protagonista de semejante experiencia.
Tener un trabajo, hacer lo que me apasiona, tener compañía afectiva. Ese era mi modus vivendi. En cuestión de días, perdí ese trabajo, solo hablé con unas cuantas amistades (que se encontraban varios de ellos en situaciones similares), y mi relación sentimental se destruyó. Quedé sin piso emocional.
Saber por medios alternativos cómo cada rincón del planeta entraba en su peor depresión, no solo económica, puso frente a mi ese espejo, cuyo reflejo decía "Todo se está acabando. El gigante está cayendo. Porqué tú no puedes?". La vulnerabilidad al 100%.
La infame "nueva realidad" estrelló nuestras mentes y corazones contra un asfalto compuesto de dudas, frustración e impotencia. Imaginar que personas que día a día se levantaban con pie de guerra ante el mundo para sobrevivir (debemos vivir, no sobrevivir!), se volverían mucho más invisibles ante el establecimiento - y sus propios vecinos y/o familiares - , era un knockout constante, al que difícilmente podía reaccionar.
Los rezagos de toda esa ambigua historia siguen flotando, más que cualquier virus. Tenía dos opciones: sumirme en más angustia y dejar flotar mi enfoque en todos los problemas que se vendrían encima, o replantear mi posición ante el mundo y mi entorno. Pienso que al contrario de lo que muchos creyeron ciegamente, muchos individuos reforzaron su codicia, egoísmo e indiferencia ante la necesidad del otro.
Quiero romper esa cadena.
Simplemente, una voz de aliento es el pequeño empuje que millones de personas necesitan para retomar su lucha por su espacio en la vida. Ese pensamiento dio vida a ESSE QUAM VIDERI.
Queremos transmitir esperanza a aquellos que se ven sin rumbo y sin ningún tipo de apoyo anímico, porque estamos a tiempo de levantarnos y desafiar lo sombrío que pueda venir de ahora en adelante.
Todas las voces cuentan. Todas las historias cuentan.
Sin saberlo, nuestra historia, o la tuya propia, puede cambiar la vida de alguien.
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